Ayer sábado celebramos la cena de Hermandad de la promoción de la Sección de Letras que empezamos en el CUT en 1986, y que tuvo lugar en el céntrico restaurante Tornerías, junto a la Plaza Mayor toledana, con gran éxito de convocatoria.
Acudieron compañeros desde distintas localidades de la provincia, desde Madrid, desde Albacete y desde Cuenca, y se pasó un rato más que agradable poniéndonos al día de las vidas de cada uno y recordando aquellos tiempos hace más de dos décadas y a nuestros profesores, algunos de los cuales, como Lourdes Campos, Juan Pereira, Gerardo López o Ricardo Izquierdo, continúan todavía al pie del cañón. Otros se jubilaron, como Emilio Campoy, o se marcharon a otras universidades, como Yolanda Guerrero o Tonia Raquejo. Y se recordó a los fallecidos, como la añorada Clara Delgado y Luis Lorente, o el Director, D. Daniel Poyán.
Parece que fue ayer. Pero el curso 1986/87 hoy suena a esa asignatura llamada "Historia del Mundo Actual", más contemporánea que la propia Historia Contemporánea. Fue el año en que el Congreso ratificaba el acta Única Europea, que preparaba los pasos para la constitución de la Unión Europea un lustro más tarde. También en estos meses se reunieron Reagan y Gorbachov para firmar un acuerdo de desarme (ya que aún duraba la Guerra Fría), Barcelona fue elegida sede olímpica para el lejanísimo 1992, moría Cary Grant, se descubría el agujero de Ozono del Polo Sur, y una enfermedad llamada SIDA mataba gente como chinches en todo el mundo.
En la aún única televisión de España, TVE, se estrenaba una rarísima serie policíaca llamada "Canción triste de Hill Street", "Corrupción en Miami" (estética ochentera a tope, con cardados y hombreras), "Luz de Luna" (con un desconocido Bruce Willis con pelo) y "Las chicas de oro", que revolucionó el concepto de telecomedia. Las cadenas privadas todavía no existían. A vuelta de vacaciones de navidad, ya en el 87, vimos crearse la Academia de la Cinematografía Española, que creó los "Premios Goya" (a los que entonces les salía una pequeña cámara de dentro de la cabeza), y en política, el incombustible Fraga dimitía por primera vez del liderazgo de la entonces Alianza Popular, siendo sustituído por Antonio Hernández-Gil Mancha.
En nuestra tierra, se denuncia por primera vez el peligro que sufrían las Tablas de Daimiel por la excesiva perforación de pozos ilegales, José Bono cumplía su primer mandato y lo revalidaba, era alcalde de Toledo el primer socialista que llegaba al cargo, Joaquín Sánchez Garrido, que cedería el bastón al popular José Manuel Molina, y la Fábrica de Armas de Toledo, industria antaño puntera, comienza a cerrar y a despedir o prejubilar personal. Se producen huelgas y trágicas protestas de los sindicatos.
En este contexto social, anterior a la era digital, a los PCs, a Internet y a la telefonía móvil, es cuando el que estas líneas firma comenzaba la carrera de Geografía e Historia en el Colegio Universitario de Toledo, en plena fase de transferencia desde la Complutense a la UCLM, curso por curso. Los compañeros que estaban un curso por delante (los de segundo), eran la primera promoción de Castilla-La Mancha, y los de tercero eran los últimos de Filipinas (perdón, de la Complutense).
Todas estas cosas las vivimos entonces. Y muchas, las revivimos en la cena del sábado los que entonces éramos dieciochoañeros y hoy pasamos de los cuarenta. Pero fueron unos buenos años. Y no sólo porque fuéramos jóvenes (que también y sobre todo), sino porque en el CUT vivimos una camaradería, una amistad, y un espíritu de universidad (con asambleas estudiantiles, cineclubes, festivales de teatro, congresos, viajes de estudios y demás actividades que, muchos, hasta entonces, ni sabíamos que existían), a la par que tuvimos un altísimo nivel educativo y una calidad docente que, al menos yo, no vería ni por asomo en la aglomerada y masificada Facultad de Filosofía B de la Complutense cuando llegué allí en el otoño del 89.
Antonio Casado
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